Estamos tocados por el pecado original. Y, a pesar de que el Bautismo nos limpia, nuestra naturaleza humana continúa sometida a la tentación de pecar. Experimentamos deseos pecaminosos, pasiones y apetencias egoístas que nos inducen al adulterio, a la mentira, robo, desacrilización, fornicación, falta de respeto a la dignidad humana, apostasía y toda clase de atropellos que nos descubren creyentes hipócritas y falsos.
Una doble vida que no nos impide confesar que somos creyentes y quedarnos tan frescos, e incluso participar en las fechas puntuales de la liturgia. Pidamos al Señor que nos limpie de tanta carroña que nos ensucia el corazón y que nos fortalezca para que nuestro esfuerzo sea sincero, auténtico y humilde, y, abandonados en Manos del Espíritu Santo, dejemosle dirigirnos y limpiarnos de nuestras impurezas.
Aparta, Señor, los honores, títulos y halagos que puedan hacerme caer en tentación, y fortalece mi corazón, para que, sumergido humildemente, como tu Madre, María, pueda realmente vivir en la escucha atenta de tu Palabra y en su cumplimiento. Amén.
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