Muchos se empeñan en vivir de acuerdo con sus principio y sus propios métodos. No se trata de ser mejor que ellos, pero, por la Gracia de Dios, uno percibe y experimenta la ceguera en la que andan envueltos. Ver caer a muchos contemporáneos y de otras generaciones más viejas, como también más jóvenes, y no despiertan ni reaccionan. Tienen delante la experiencia de que todo lo que consiguen aquí abajo no vale para nada, y siguen empeñados y hacer de eso su objetivo y su meta.
No oyen ni escuchan, es verdad. Están adorando a ídolos -Salmo 135, 15-17- de barro, de madera, de piedra, que, teniendo ojos y boca, ni ven ni hablan. Venden su gran tesoro, que tienen enterrado dentro de sus corazones, por basuras llamadas a la caducidad y a la nada. Y, ante esta perspectiva, tú descubres que hay muchos ciegos en el mundo que se la echan de inteligentes y de sabios, e incluso de poderosos. Son ovejas descarriadas que se encaminan al precipicio de la perdición y la desdicha.
Señor, gracias, muchas gracias, porque ante esta realidad, me siento pobre, miserable y pecador, porque yo no soy mejor y, sin embargo, Tú me has dado la Gracia de verte y de descubrirte en la profundidad de mi corazón. Me has revelado tu Voz y yo quiero obedecerte, y me llamas y me guía hacia buenos pastos que me alimentan hasta llegar a tu Redil. Ese Redil donde yo quiero permanecer y pastar según Tú me lo permitas y me acojas.
Señor, no encuentro ningún pastor que sea capaz de acogerme, de cuidarme, de salvarme y dar su vida por mí. Sólo Tú, de forma incondicional , desinteresada, amorosa y entregada me ofreces darte hasta el extremo de dar tu Vida por la mía. Una vida miserable, pecadora y que no vale un real. ¿Cómo agradecertelo? Jamás podré hacerlo. Sólo pedirte y pedirte, dándote siempre las gracias por tanto Amor y Misericordia. Aumenta, Señor, mi fe y mi capacidad de perseverar, de ser paciente y de amar. Amar pareciéndome a Ti, para, de esa manera, seguir tus pasos y escuchar tu Voz con y por la cual acudir a Ti. Amén.
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Amén
Amén
Amén
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