Por nuestros propios medios no podemos creer. El Misterio del Señor no entra dentro de nuestra cabeza. Eso sí, podemos utilizar nuestra razón para entender que el Señor nos ha creado y nos ofrece esa salvación eterna que experimentamos y sentimos dentro de nuestro corazón. Pero, nuestra naturaleza es débil, fácil de someter por las seducciones mundanas y nuestras propias apetencias. Entonces, necesitamos el don de la fe para poder afirmar nuestra fe y creer, Señor, en tu Palabra.
Las pruebas a las que no somete este mundo nos exigen arriesgarnos, confiar y fiarnos del Señor. Su Palabra nos toca el corazón y nos dice que también nosotros pensamos eso y deseamos eso. Todos anhelamos encontrar la felicidad y la Vida Eterna. Es lo que no ofrece el Señor y, de buena gana, nosotros lo deseamos, lo queremos y lo buscamos.
Cierto es que caminamos en un mar de dudas y no nos es nada fácil. Experimentamos tentaciones y seducciones de todo tipo y también por nuestras propias apetencias. Caminamos por un campo de minas: avaricias, ambiciones, egoísmos, concupiscencias, pasiones, riquezas, poder...etc. Sin una fe firme y fuerte en Ti, Señor, quedamos a la deriva y a merced del príncipe de este mundo.
Te pedimos, Señor, que nos des una fe firme, fuerte y grande para sostenernos con firmeza en tu Palabra y vivir de acuerdo con tu Voluntad. Danos, Señor, la perseverancia de permanecer fiel a tu Palabra y confiar en recibir de tus manos generosas ese inestimable don de la fe. Esa suficiente fe que necesitamos para mantenernos fieles y firmes a tu lado. Amén.
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