No pertenecemos a este mundo, pues esperamos llegar a ese mundo que Jesús, el Hijo de Dios, nos ha prometido y nos prepara un lugar tan extraordinario que no podemos imaginar. Pero, el camino no será fácil, nos lo ha estado diciendo en estos pasados días. Son caminos de Pascua y de Pasión. Como Él también tenemos nosotros que padecer y sufrir. Ha y muchos obstáculos que el mundo - este mundo - nos pone para que permanezcamos dormidos a la hora de abrirse esa puerta en la hora de nuestra llamada y, dormidos, perdamos la oportunidad de entrar.
La parábola que el Evangelio nos relata hoy de boca de Jesús nos lo expone muy claramente. Pidamos, pues, la Gracia de permanecer vigilantes mientras caminamos hacia esa puerta. Estemos preparados con nuestras alcuzas bien repletas de aceite para que, llamados por el Novio, acudamos prestos en el momento que se abra la puerta de nuestra hora final.
No nos resultará fácil permanecer vigilantes y preparados. Este mundo donde permanecemos y por el que caminamos hacia el que nos invita Jesús, quiere retenernos y nos seduce con muchas tentaciones que nos distraen y nos entretienen despistándonos hasta adormecernos cuando la puerta de nuestra vida se abra. Tengamos el coraje y la fortaleza de estar siempre vigilantes y atentos y para ello imploremos siempre al Espíritu Santo para que nos dé fortaleza, sabiduría y paz. De modo que, este mundo, no nos distraiga ni nos adormece cuando el Novio abra la puerta y nos llame.
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