Pasamos por este mundo de una forma aletargada y soñolienta hasta tal punto que no nos damos cuenta de que la vida se nos va en un suspiro sin profundizar en lo verdaderamente importante. Nos entretenemos en muchas cosas superficiales, quizás necesarias, pero nunca fundamentales ni de vital importancia. Nuestro corazón, aletargado por nuestras pasiones concupiscentes y egoístas queda adormecido ante la llamada que Dios suscita en cada uno de nosotros. Necesitamos despertar de este profundo letargo mundano que el demonio nos tiende y nos prepara.
Pidamos sin pestañear ni dudar la Vida de la Gracia que necesitamos para salir de este atolladero que nos ha tendido Satanás. Despertemos y démonos cuenta que Jesús, el Señor, está con nosotros, nos acompaña y nos conoce, y sabe la historia de cada uno de nosotros. Señor, despierta nuestros corazones para que te reconozcamos y, como Natanael, podamos decir: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Danos, Señor, la Gracia de tomar conciencia de tu presencia y de que Tú eres realmente el Hijo de Dios, el Mesías que esperábamos y el enviado por el Padre para, con tu Pasión, Muerte y Resurrección salvar al mundo de la esclavitud del pecado. Te suplicamos, Señor, nos des un corazón nuevo y capaz de ver eso que, hoy en el Evangelio, nos promete: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
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