Ahora no es que el sábado se respete y no se trabaje, sino que es fiesta para unos y trabajo para otros. Y los que descansan aprovechan para hacer otros trabajos. Pero no es esa la diferencia importante con respecto a la época de Jesús, sino que ahora se trabaja incluso el domingo. No se respeta el día del Señor.
Cada año es peor. Ya se abre y trabaja los domingos y las familias no tienen tiempo para celebrar el día del Señor. Las costumbres ahora las dominan los nuevos sacerdotes y fariseos, la economía y los intereses y beneficios del trabajo. El hombre se siente sometido a trabajar o a quedarse sin trabajo. La esclavitud sigue imperando aunque disfrazada de libertad u otros disfraces.
Hoy tenemos que decir que no está el hombre para el trabajo y la economía, sino al revés. Es el trabajo y la economía las que deben estar en función del bien del hombre. Experimentamos que todo sigue igual o peor.
Por eso, sintiéndonos unidos en la misma fe, elevamos nuestras oraciones al Padre para pedirle que derrame luz sobre los hombres y los ilumine a fin de que descubran que todo, incluso el trabajo y la economía, debe estar en función del hombre y para el hombre.
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