Simplemente, soy una gota en el océano. Una simple gota que agitada por los vientos y tempestades sobre las rocas puede quedar extinguida en un instante al ser derretida por el calor del sol. ¡Señor, no soy nada, y sólo en Ti puedo dar sentido a mi vida y renacer a la verdadera Vida para la que Tú me has creado. Una Vida, escrita en mi corazón, de gozo y plenitud.
Y el mundo, demonio y carne, que me tientan, sólo persiguen confundirme, acompañarme y lanzarme al precipicio de la perdición y muerte. En él estoy desamparado y perdido sin Ti. Necesito tu Presencia, tu Calor, tu Esperanza, tu Gracia y tu Amor para liberarme de este yugo mundano que trata de iluminarme de tu cercanía y presencia con engañosas seducciones que prometen una felicidad artificial inmediata sedimentada y apoyada en arena movediza.
Y el sol del mundo derrite esa gota de agua que representa mi vida sin más contemplación. Se hace el vacío y la oscuridad. No permitas, mi Señor, que ocurra eso en mi humilde vida por pequeña que sea. Dame la frescura de conservarme siempre liquida y fresca; viva y capaz de humedecer la sequedad propia de mi vida y de las que están cerca de mí, porque todos necesitamos beber de esa agua Tuya, pura y cristalina, que salta a la Vida Eterna.
Gracias, Señor, porque renace la esperanza en mi cuando te descubro y me encuentro contigo. Gracias, Señor, cuando mi vida encuentra orientación y camino siguiéndote a Ti. Y, gracias, Señor, cuando camino lleno de gozo y plenitud hacia esa Pascua victoriosa que renace con tu Resurrección, porque eso me anuncia que los que acudimos a Ti también Resucitaremos. Amén.
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