Sabemos cual es el camino del Señor. Es un camino duro, que termina con nuestra muerte, pero un camino donde se esconde el gozo y la felicidad. El mundo nos ofrece un camino más cómodo, pero no siempre, porque, sabemos por experiencia lo mucho que se sufre y sin sentido cuando no se está con el Señor. Porque, Él es el único que da sentido a nuestros dolores y sufrimiento y al camino, a pesar de su dureza, de nuestra vida.
Por eso, a pesar del dolor que experimentamos en nuestros corazones, queremos, Señor, seguirte y pedirte fuerza y firmeza para enfrentarnos con nuestra pequeña cruz de cada día, tal y como Tú hiciste con la Cruz de todos nuestros pecados. Hoy empezamos la Cuaresma, ese camino de penitencia y dolor que te lleva a Ti, Señor, a la Cruz. Y nosotros queremos también, en la medida de nuestras posibilidades recorrerlo también junto a Ti, e ir superando todos nuestros obstáculos y sufrimiento.
Recurrimos a Ti, Señor, porque sabemos que ningún otro puede darnos esa fortaleza para seguir tus pasos. Sentimos nuestras debilidades y experimentamos que estamos sometidos a nuestros apegos. Nos cuesta mucho vencernos y enfrentarnos a nuestros propios apegos. No podemos negarnos a nosotros mismo con nuestras propias fuerzas y voluntades. Necesitamos tu ayuda, Señor, y la fortaleza de tu Espíritu para poder vencer a nuestro propio yo.
Por todo ello, te suplicamos que nos acompañes en nuestro andar de cada día y nos infunda ánimo, fuerza, voluntad y deseos de morir a nuestros caprichos y apetencias. Necesitamos despojarnos de muchas cosas que nos atan al placer, a la buena vida y al desentendernos de los problemas de los demás, especialmente los pobres. Haz, Señor, que permanezcamos junto a Ti y a los hermanos, para también en ellos encontrar el respaldo y la fraternidad de arroparnos y fortalecernos en la lucha contra el mundo, demonio y carne. Amén.
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