A veces me parece imposible y en mi cabeza limitada e insuficiente no entra el comprender este misterio que el poder de Dios realiza. Confieso, como le ocurre a todas las personas, que me fe no alcanza a comprender como me gustaría, pero, al mismo tiempo me alegra tener un Dios así. Un Dios poderoso, Infinito e incapaz de ser comprendido por el hombre. Porque, para ser Dio es necesario ser superior al hombre y a toda su capacidad intelectual.
¿Cómo tendrá que ser Dios, autor de todo lo creado, visible e invisible, cuando el hombre ha descubierto tantas maravillas que hoy nos asombramos. ¡Cuanto todavía le faltará por descubrir! ¡Cómo sera mi Dios que su poder me vuelve a la Vida venciendo la muerte! Ese, realmente, es el Dios que me gusta tener y ese es el Dios que me revela su Hijo, nuestro Señor Jesús, encarnado en María y anunciado por el Ángel Gabriel.
Gracias María, porque tu Sí ha cambiado la faz del mundo y el devenir del hombre. Gracias Madre, porque con tu respuesta afirmativa a Dios has puesto, por la Gracia Misericordiosa del Padre, nuestra Vida con mayúscula en nuestras manos. Depende ahora de nosotros responder como tú, Madre, lo has hecho. Por eso, cogido de tu mano, santísima Madre, y como hijos que se dejan llevar por su Madre, pedimos tu intercesión para que nos enseñes el camino que tú recorriste junto a José y a tu Hijo hasta llegar al momento de la Pascua.
Porque, ese debe ser nuestro camino. Un camino Pascual, confiado y apoyado en la confianza de que en Jesus encontraremos, como Él, la victoria de la Vida sobre la muerte. Por eso, Madre, enseñanos a no pararnos ante las dificultades y a seguir, hasta llegar al pie de la Cruz, con nuestras humildes y pequeñas cruces compartiéndolas con Él. Amén.
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