Jesús empieza primero por prepararse para todo lo que tiene que rechazar. Para ello, se prueba en el desierto donde busca enfrentarse a las tentaciones que trataran de apartarle de su misión. Y sufre toda tentación que nos puede servir también a nosotros de luz y de camino. Convierte esas piedras en pan, es la primera invitación tentadora que le hace el demonio. Y la hace sabiendo que Jesús tiene hambre, pero la respuesta de Jesús está apoyada en su Padre. El hombre se alimenta de la Palabra de Dios y en ella encuentra el sentido de su vida.
También nosotros en muchos momentos necesitamos pararnos, retirarnos y en la soledad presentarnos ante el Señor en íntima oración para fortalecer y preparar nuestro espíritu ante las tentaciones que se nos presenta. El diablo está al acecho. Recordemos que al final del Evangelio de hoy dice: Acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta un tiempo oportuno.
Cada día es una lucha. Una lucha contra nuestros afanes de querer ser más, de satisfacer nuestras ambiciones de poder y gloria y de olvidarnos de Dios poniendo nuestra confianza en la fuerza y el poder. Por eso, necesitamos prepararnos con la oración, el ayuno y la limosna, para experimentar la fortaleza del desprendimiento de todo aquello, que no sólo nos sobra, sino que nos estorba y nos aleja de Dios.
Pidamos fortalecer nuestra voluntad para dirigir nuestra libertad y someter nuestra concupiscencia según la Voluntad de Dios y vivir de acuerdo con su Palabra. Pidamos fortaleza y sabiduría para discernir con firmeza y obediencia el camino que Jesús nos señala y nos invita a recorrer, porque es el mejor, el que nos conviene y el que nos salva. Danos, Señor, la fortaleza para vencer las tentaciones que a lo largo de nuestro camino en esta vida se nos presenta antes de llegar a Ti. Amén.
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