La prueba que descubre el máximo amor es entregar la vida. Una entrega sin condiciones ni exigencias. Una entrega simplemente por amor sin búsqueda de recompensa. Un amor a prueba de insultos, rechazos, indiferencia y desprecios. Esa es la actitud de nuestro Padre Dios, que Jesús, el Hijo, nos revela y nos lo demuestra de Palabra y Vida.
Nuestra mentalidad no alcanza a comprender esa grandiosidad infinita del Amor de Dios. Tampoco, e incluso menos, su Infinita Misericordia, por la que somos perdonados de todos nuestros rechazos, pecados e indiferencias respecto a nuestra actitud y correspondencia al amor de Dios. Por todo ello pedimos, Señor, sabiduría, fortaleza y paciencia para perseverar y sostenernos hasta el final del camino que nos lleva a estar siempre en tu presencia.
Hay momentos, Señor, que nos reconocemos repetitivos y hasta experimentamos cansancio, pero, ¿qué hacer, Señor?, sino insistir y pedirte que nos ayudes. En ti, Señor, descargamos todas nuestras esperanzas. Amén.
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