María, mujer pobre y sencilla. Llena de escucha y de acogida del don de Dios. Tu vida estuvo llena de asombro, de no comprender, de dejarse hacer, de admiración ante Dios. Viviste guardando silenciosamente todo lo que acontecía meditándolo y contemplándolo en tu corazón. De tu interior fecundo brotaba la alabanza, la gratitud, la confianza, la disponibilidad y el abandono total a Dios. Solidaria y silenciosa ante la cruz te comprometiste con la Nueva Humanidad hasta el final. Ruega por nosotros, Madre y Reina nuestra. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.
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