En la vida, en el camino, en cada parada: hay mucho ruido, hay mucho grito, mucha pelea y poco corazón, y en el fondo una Voz que habla, que pide, que golpea.
Pero se pierde. Se pierde, entre tanto ruido, entre tanto miedo, entre tanto correr. Ese correr desenfrenadamente por la vida, y a pesar de ello, no tener tiempo para nada y para nadie. Perdernos en medio de nuestro mundo.
¿Cómo hallarte? ¿cómo escucharte? Si el bullicio de mi alma no te deja entrar debo detenerme, extender las manos soltando todo lo que me ata: ser libre y volviendo a juntarlas en oración, acallar el corazón; mirar mi vida y presentarla y dejarte hablar.
Silenciarme y escucharte. Amén.
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