Te doy gracias, Señor Jesús, porque tu palabra y tu presencia me dicen que no me deje vencer por el miedo; te doy gracias por la confianza de saber que no dejarás que se hunda la barca de mi vida, ni la de la Iglesia, porque tu deseo es que toda la humanidad llegue a buen puerto. Muchas veces me veo retratado en Pedro y los demás discípulos, llenos de miedo; no dejes que pierda la confianza en ti y haz que me fie más de tu palabra que de mis propias fuerzas.
Enséñanos a ser, como tú, personas de oración, a descubrir en nosotros tu presencia y la del Padre, y el fuego del Espíritu, que nos hace capaces de renovar siempre el entusiasmo evangelizador, la capacidad de servir y de hacer el bien, la fuerza para vencer la tentación de la comodidad o del miedo de entregarnos totalmente a ti y a los hermanos. Amén.
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