Señor, enséñanos a comprender tu lógica, tu justicia, tu corazón.Tú no mides el trabajo realizado, sino la decisión de ir a hacerlo.
Mides el premio mucho más por el amor que sientes hacia los trabajadores que por el fruto que hayamos conseguido.
Valoras más la entrega del corazón que el sudor de las manos.
Ayúdanos a entender que, por mucho que hagamos, Tú no nos debes nada. Tu amor y tu premio son siempre gratuitos, inmerecidos, desbordantes.
Trabajar en tu viña, en la viña del mundo es nuestra obligación y nuestra salvación, es un regalo que da alegría a nuestra vida.
Ser buenos y dedicarnos a los demás nunca puede ser motivo de orgullo; es una gracia, una oportunidad que hemos de agradecer.
Que nunca trabajemos en tu viña para ganar tu amor. Que nos entreguemos a ti para agradecer tu entrega por nosotros.
Gracias por el denario de tu mirada, de tu perdón, de tu amor. Gracias porque nos miras, nos perdonas y nos amas antes de ponernos a trabajar, antes de poder merecer una migaja.
Señor, gracias por darnos fuerza para colaborar contigo en la construcción de un mundo más justo y de una Iglesia más evangélica. Amén.
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