Señor Jesús, dame valentía para aceptar mis sentimientos, tan humanos, tan demasiado humanos. Dame lucidez para reconocer lo que soy, lo que me pasa, lo que habita en mi corazón, tan humano. Dame arrojo para seguir creciendo espiritualmente centrado en ti y en tu reino. Dame serenidad para vivir en el realismo de mis posibilidades y las posibilidades de los demás. Dame inteligencia para reconocer lo mejor de los demás como un don que nos enriquece. Dame un corazón puro para emitir gratitud frente a todo lo que, de bien, bondad y belleza la vida me ofrece.
Dame libertad para celebrar los éxitos de los demás como un síntoma de su calidad humana. Dame paciencia mientras crezco en una mirada compasiva y agradecida en este mundo tan extraño que me toca vivir. Dame empatía para conectar las alegrías y los éxitos de los demás. Dame desapego frente las falsedades del éxito en el tener, en el poder, en el aparentar. Señor Jesús, el de las preguntas que nos atraviesan el corazón. Dame pureza de intención en mi mirada, en mis palabras, en mis sentimientos. Amén.
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