Señor Jesús, Tú conoces mi pequeñez y mi pecado; pero, aun así, me siento muy afortunado: Yo también te he visto, he sentido tu cercanía en muchas personas que lo dan todo con alegría, en la fuerza que me has dado en tantos momentos, en la humildad de quienes saben apoyarse en ti y en los hermanos, en la ternura de los niños y los ancianos, en la tenacidad de quienes trabajan por la justicia, en la Palabra que me descubre caminos nuevos, en el pan de la mesa y en el pan del altar, en la misericordia de tu perdón gratuito, en la belleza y grandeza de la creación, en el amor que busca el bien del otro.
Por eso, más allá de mis limitaciones y torpezas, quiero darte gracias por dejarte ver tantas veces y anunciaré que Tú eres la razón de mi alegría, la fuente de mi esperanza y de mi amor. Amén.
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