Hoy, Señor, que es domingo y nos hemos reunido en tu nombre, tú que te has hecho presente entre nosotros escucha, tal como prometiste, nuestra plegaria. Ya que quieres que seamos responsables de nuestro hermano y nos pides algo tan difícil de hacer bien como la corrección fraterna, cuando él nos ha ofendido o persiste en pecado grave, ayúdanos.
Que no nos engañen las apariencias, las simples sospechas, prejuicios o habladurías. No es necesario. Que cuando vayamos al encuentro del hermano lo hagamos con benignidad y mansedumbre, porque si no, lo podríamos irritar y empeorar las cosas.
Que seamos humildes y no nos precipitemos: dejemos que otro lo haga, si lo puede hacer mejor. No queramos tampoco conseguir imposibles, convertir a alguien cuando no hay esperanza, Concédenos también el don de la oportunidad, y de saber escoger el momento preciso. Amén.
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