Señora de la soledad, madre del silencio, mujer fuerte en la debilidad, capaz por tu amor de estar junto a las cruces de todos tus hijos. Acogiste entre tus brazos a la vida inmolada y la ofreciste al Padre, a él, que un día te pidió permiso para que su Hijo se hiciese carne en tus entrañas.
Lloras, Dolorosa, con todas las madres del mundo que trajeron y traen a sus hijos entre los brazos, muertos. Y tú acoges y abres tu corazón con una espada de dolor, para ser madre entrañable a todos nuestros dramas y disputas, sembrando amor en tantas guerras, alegría de esperanza en todos los calvarios de la humanidad, donde con tu presencia alienta a los hombres en este valle de lágrimas. Señor del dolor junto a la cruz, mujer de vida hasta el final, acógenos en tu seno maternal y haznos ser amigos-hermanos de Jesús.
Señor del dolor, acéptanos, vivimos salpicados de dolor. Enséñanos el gozo con la cruz, amor que se hace entrega con Jesús. Mujer que aceptas ser madre, mujer que amas siempre hasta el final. Señora, madre nuestra, acógenos, pues estamos necesitados de tu amor. María, madre buena, en sencillez tu seno se dilata y das a luz a todos los que queremos hoy seguir a Jesús en el camino de la cruz. Amén.
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