Sin la Eucaristía estaríamos a merced del diablo, porque nuestra fragilidad se vería debilitada sin la presencia del Espíritu del Señor. Jesús nos propone y nos invita a hacer la fracción del pan de su Cuerpo y su Sangre porque sabe de lo que lo necesitamos.
Se ha hecho Hombre no para hacernos una visita, sino para protegernos y darnos, por amor, la oportunidad de salvarnos. Lo hace entregándose a una muerte de Cruz para pagar por nuestra infidelidades y pecados. Lo hace ofreciéndose como víctima propiciatoria al Padre como rescate por nuestros pecados y liberándonos de la muerte eterna.
Y nosotros permanecemos ciegos, ofuscados en un trozo de tierra, de poder, de privilegio, de riqueza, de placer caduco que ignorantemente cambiamos por el Tesoro prometido que ni siquiera podemos imaginar su grandeza y gozo.
¡Señor!, danos la sabiduría de levantar nuestra mirada y de frecuentar la Eucaristía donde nos alimenta espiritualmente y nos fortalece para la lucha diaria de cada día. La lucha contra las apetencias, apegos, ambiciones, poder, riquezas y vanidades que nos pierden y nos alejan de Ti. Gracias, Señor, por quedarte a nuestro lado y por darte y partirte con nosotros. Danos la capacidad de entender y de repartirnos nosotros también con los hermanos, sobre todo con los más necesitados.
Señor, somos conscientes de nuestra fragilidad humana, y experimentamos inclinaciones a la pereza, al egoísmo, a la vida cómoda, despreocupada y sin esfuerzos. Nos descubrimos con carencias y limitados y descubrimos la necesidad de tu Espíritu. Te pedimos Señor que no desfallezcamos ni nos alejemos de Ti, y que nunca nos falten las fuerzas para, a pesar de nuestros fracasos y pecados, dejar de seguirte. Amén.
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