Lo verdaderamente importante es verte primero ante de juzgar. Es lo mismo que contar hasta diez antes de emitir un juicio o realizar cualquier acción. La reflexión es de vital importancia, pero más a la hora de emitir un juicio se hace necesario verte a ti mismo. Porque en la medida que te veas, reflexionarás sobre los demás. De modo que, si has experimentado las dificultades, las tentaciones y errores que otros han cometido, tú también comprenderás a los demás y tus juicios serán más justos y misericordiosos.
Creo que es lo que el Señor nos quiere decir hoy en el Evangelio. Mirémonos primero nuestras vigas en nuestros propios ojos, antes de emitir un juicio sobre las motas en los ojos de los otros. Eso hará que nuestros juicios sean más justos y benignos, en lugar de acusadores y condenatorios. No se trata, pues, de callar ante las actuaciones de los demás, sino de reflexionar ante ellas de forma reflexiva, en verdad y justicia desde lo más profundo de nuestro corazón.
Danos Señor la sabiduría y la caridad de saber corregir y quitar con fraterno amor las motas de los ojos de nuestros hermanos en la fe, limpiando previamente antes las vigas de los nuestros. Porque sólo así podremos ser lámparas que alumbren a los otros, sí, previamente, nos dejamos alumbrar por la Luz que nos viene de Ti, Señor Dios nuestro.
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