Todo lo que supone amor esconde sacrificio. No hay amor fácil ni cómodo. En el amor experimentas gozo, pero el gozo de dar y darte por ayudar y aliviar el sufrimiento de otros. Porque el gozo de darte a ti mismo se llama egoísmo. Es bueno que lo que quieras para ti mismo lo desees y quieras también para los otros.
El amor no consiste en una piedad sensible, afectiva, con olor a rosas y canciones. Sí, es parte de eso, pero contiene también, y en grandes dosis, una piedad sacrificada, una piedad de renuncias, de entrega, de obras que dan sentido a la piedad de palabras y sentimientos sensibles y afectivos. Ambas complementan y definen el verdadero amor. El amor con el que nos amó y nos ama Jesús, y el que nos enseñó, con su Vida, a que también lo viviéramos nosotros.
Somos conscientes de la gran dificultad que nos supone amar en ese estilo. Nosotros criaturas imperfectas, apegadas, limitadas y egoístas estamos marcados por el fracaso y el pecado. Nunca podremos vencernos y ser capaces de morir a nosotros mismos. Necesitamos la Gracia del Señor sin la cuál no podemos hacer nada, y necesitamos pedírsela consciente de que nos la dará porque nos quiere y ha entregado a su propio Hijo para salvarnos. ¿Cómo no nos la va a dar?
Pero necesita nuestra colaboración, nuestra perseverancia, nuestro compromiso, nuestro esfuerzo, nuestra lucha, nuestra entrega y nuestra total disposición, apertura y obediencia a su Gracia. Toma nuestra libertad, Señor, y danos esas cualidades para abrirnos a la acción del Espíritu Santo. Amén.
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