Es verdad, nadie puede negar que la tarea es ardua, pero tampoco, si lo pensamos bien, podemos librarnos de las fatigas y sacrificios. El salmo 89 lo expresa muy bien: "Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan".
Por muchos que busquemos y nos afanemos los malos momentos llegarán inevitablemente. Así que, es de buen gusto e inteligente elegir el camino que, a pesar de las fatigas y los trabajos, la esperanza del gozo y de la plenitud está como meta. Y no porque lo hayamos descubierto alguno de nosotros, ni nadie más relevante, sino porque es Palabra de Dios. Palabra que nos ha prometido Jesús, su Hijo Único y Verdadero. Dios y Hombre.
Su Palabra tiene verdadero cumplimiento porque siempre se ha cumplido, hasta en su Resurrección. No hay ni puede haber mayor garantía. El Señor nos ha prometido la plenitud eterna a todos los que creamos en Él y seamos capaces de, injertados en Él, no solos, atrevernos y esforzarnos en pasar por la puerta estrecha. Luego, ¿a qué esperas? No hay mayor seguridad. ¡Lo ha dicho el Señor! El Señor dueño de la Vida y de la Muerte.
Él nos invita a abrirnos a su Gracia y a no malgastarla. A cuidarla y a darla en la misma medida que nos gustaría que a nosotros nos la diesen: "Abriéndonos al Amor de nuestro Padre Dios". Y reservarla de aquellos que la maldicen y la rechazan. Él nos invita a elegir y pasar por la puerta estrecha, la puerta que nos exige renuncias, sacrificios, exigirnos y amarnos. Buscarnos el bien los unos a los otros. Él sabe de las dificultades que nos encontramos en el camino, y nos da el valor, la capacidad, la fuerza y todo lo necesario para que podamos atravesarla.
Pidamos al Padre en el Espíritu Santo que seamos capaces de encontrar ese camino que da a la Vida, y pongamos todo lo de nuestra parte en la confianza que el Padre nos ve y nos dará su Mano para poder atravesarla. Amén.
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