Nuestro nacimiento es también un misterio. Independientemente de que podías haber nacido en otro lugar, en otra familia, continente o de otra raza, la realidad eres quien eres y estás aquí. Y ahora eres quien escribe esta sencilla y humilde reflexión. Has nacido en una familia concreta, con unos hermanos concretos y tu vida tiene un recorrido que en este momento se hace presente en el ahora.
Y en ese recorrido has formado tu propia familia, con tu mujer y los hijos que te ha dado. Esa es tu realidad. Realidad que ha sido seguida por Dios y que te ha elegido para una misión concreta. Está presente en tu vida y espera de ti que cumplas con su Plan. Un Plan que te toca descubrir en el esfuerzo de ir caminando en su presencia y experimentando en la escucha atenta y vigilante a su Palabra.
En el momento de tu Bautismo has sido configurado como sacerdote, profeta y rey por la Gracia de Dios y enviado a proclamarle por todos los lugares por donde recorre tu vida. Sí, realmente tenemos una misión que cumplir como Juan. Será grande o pequeña, pero una misión para la que Dios me ha dotado de lo necesario. Una misión que tengo que descubrir y que darle vida en el camino de mi vida. Una misión cuyo fondo de base está apoyado en el servicio y el amor.
Pero, una misión que debemos preparar desde nuestra propia conversión y arrepentimiento, y que se transmite en la medida que tu vida se asienta en la verdad, en la justicia, en la fraternidad y en el descubrimiento del rostro del Señor Jesús en cada unos de los hombres que sienten necesidad y que en su pobreza aceptan ser ayudados y asistidos.
Y una misión que pasa por reconocernos pecadores y por la humildad de aceptar ese perdón en y por la Misericordia del Señor. Para eso, sintiéndonos pobres y necesitados, te pedimos, Señor, que nos des la suficiente humildad y el necesario dolor de contrición para que, presentándote todos nuestros pecados, podamos quedar limpios de toda impureza que nos desvíe de tu camino. Amén.
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