No somos de la partida de los discípulos de Jesús si no somos reconocidos en el amor. Porque, la característica del cristiano, creyente y discípulo, está contenida en el amor. No es un título, ni siquiera un sacramento lo que nos identifica con el Señor, sino el Amor. Porque, podemos estar bautizados, confesarnos, recibir la Eucaristía... pero, si no lo hacemos bajo el mandato del amor, seguramente habrán otros intereses por medio que adultera esa Gracia que has recibido.
Sabemos que hay muchos cristianos, bautizados y hasta de misas y comunión diaria, que luego dejan mucho que desear. E incluso ocultan su identidad cristiana cuando están alejados de los actos litúrgicos y conviven socialmente. Y otros, quizás los más, que siendo bautizados, no creen y menos practican. Y algunos no bautizan a sus hijos.
Un cristiano se identifica con el Señor cuando en su corazón arde el amor a los demás. Cuando en su corazón prende la llama que aviva el fuego de servicio, de entrega y de amor a todos aquellos que sufren y lo pasan mal. Un cristiano se parece a Jesús cuando es capaz de amar como Él. Y en eso está el identificarse con Él.
Ahora, nos sabemos pobres, pequeños y limitados, e incapaces de amar como ama Jesús. Es decir, indignos, tal y como lo experimentó el centurión. Necesitados del Señor, al que reconocemos Señor y dueño de todo y le pedimos que nos asista y nos cure. En esa línea, pedimos también por todos nosotros, para que nuestra fe, nuestro amor y compasión con los demás sea como la de Él.
Y consciente de que no podremos parecernos a Él, nos abandonamos en sus gloriosas Manos, para que, por su Amor y Misericordia, nos llene de su Fortaleza, verdadero y auténtico Amor y acreciente nuestra fe cada día más. Amén.
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