En muchas ocasiones confundimos nuestro papel y actuamos buscando nuestra gloria y no la Gloria de Dios. Es esa nuestra misión y a lo que Jesús nos invita, a obrar para Gloria de Dios. Todo nuestras obras deben ir dirigidas para Gloria de Dios y no buscando nuestra propia gloria, que es lo que hacemos cuando pretendemos lucirnos con nuestra limosna o con nuestras oraciones. No debe preocuparnos que caigamos en ese error y pecado, pero sí debemos reconocerlo y esforzarnos en salir de él. Todo nuestro ser y obrar debe ir en función de y para Gloria de Dios.
Está permitido caer, pero terminantemente prohibido detenernos y regresar. Siempre adelante y a cada caída levantada. Para eso tenemos las dos grandes herramientas que nos fortalecen y nos limpia. Los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. En ellos podemos reforzarnos, limpiarnos, renovarnos y volver al camino. Siempre adelante y buscando en todas nuestras obras la Gloria de Dios. Porque es Él el artífice de todo lo que hacemos y todo de Él lo hemos recibido.
Todo lo hacemos por amor a Dios y en Él debemos estar escondidos, pues su Mirada siempre nos tiene presente. Demos gracias al Señor por reconocernos pecadores y por sostener esta recta intención de tratar de escondernos en Él, para que sea Él quien se refleje en mi vida y en mis actos. Te pido, Señor, que todos aquellos que se acerquen a mí vean tu presencia y no la mía y mi vida sea fiel reflejo de la Tuya. Amén.
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