Sabemos que la mentira tiene su momento de luz y queda al descubierto. No se puede vivir engañando porque todo termina y lo falso se descubre. Por lo tanto, de poco sirve aparentar una piedad que luego en la vida no tiene aplicación ni concreción. Es de tonto esconderse en la mentira y en la falsa apariencia.
Los mal intencionadas darán malos frutos porque su cosecha será mala, y los de buena intención darán buenos frutos, porque cosechan con buen corazón y con deseos de dar lo mejor de sí mismo para el bien de los demás. El sol no alumbra para sí mismo, sino para que todos puedan ver y saber por donde caminan. De la misma forma, los árboles dan frutos, no para ellos, sino para alimento de las aves y humanos. Y todo lo regalan con el esfuerzo de su trabajo y por la Gracia de Dios.
De la misma forma, nosotros tenemos que dar buenos frutos de forma gratuita y bien intencionada. Son los frutos de nuestra cosecha particular realizada desde el bien intencionado corazón. Pero, no todo ocurre de esa forma, los hay mal intencionados y que disfrazados de ovejas aparentan dar buenos frutos y luego resultan malos. Son los falsos profetas que descubrimos cuando observamos que sus obras no coinciden con sus palabras. Pueden engañarnos, pero pronto nos damos cuenta.
Pidamos al Señor esa sabiduría y diligencia para detectar con astucia y perspicacia la malicia de aquellos que, siendo lobos, toman la apariencia de ovejas para seducirnos, engañarnos y llevarnos al mal redil donde será el llanto y la perdición. Amén.
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