Se nos ha dicho en el Evangelio del domingo, el amor de Dios crece en nuestro corazón de forma gratuita y mientras nosotros dormimos o descansamos los frutos maduran en nuestro corazón. Significa eso que todo depende de Dios y se nos ha dado gratuitamente. Y eso nos descubre que sin Él no podemos hacer nada.
Por lo tanto, no pensemos que podemos perdonar si no estamos unidos al Señor. Quizás a un amigo, familiar o conocido podemos perdonarle alguna vez, pero no muchas. Y menos a un desconocido, estraño o enemigo. Y el amor se mide, no por su cantidad, sino por su gratuidad y su incondicionalidad. Esa es su verdadera medida. Recordemos los dos reales de aquella viuda pobre que Jesús resaltó por encima de todos aquellos fariseo que destacaban sus donativos en el arca del Tesoro-Lc 21, 1-4-.
Aprovechemos este momento de oración y desde este humilde rincón, unidos a todos los que. pasando por aquí, quiera unirse, recemos un Padrenuestro reflexionado y pausado pidiendo que nuestro endurecido y egoísta corazón se ablande, se suavice y se transforme pareciéndose un poco más al corazón de Jesús. Amén.
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