Todo gira a nuestro derredor en relación a la economía. Una economía que establece competitividad y lucha, y se lleva el gato al agua el más fuerte o el que gana más. El poder está en el que tiene más dinero. Y el dios es don dinero. Por lo tanto, utilizamos todo nuestro esfuerzo en ganar dinero y ser más fuerte que el de al lado. Así, la competencia es excluyente y va dejando a los más débiles en el camino. Se produce una fábrica de marginados y pobres que se van quedando sometidos o sin nada.
Vales lo que tienes, y si no tienes nada vales poco. Estás, pues, llamado a ser un pobre a merced del rico y poderoso. Pero, lo peor es que tanto el rico como el pobre trabajan esforzadamente para sí sin percibir el drama del otro. Creamos un mundo de marginación e indiferencia. Los talentos o cualidades - minas- que nos han dejado las hemos robado para nuestro provecho propio. ¿Qué hemos hecho?
Se nos pedirá cuenta y tendremos que dar los resultados. Quizás sean muchos frutos, pero no importa tanto la cantidad sino la cualidad. ¿Cómo los hemos conseguido? Entenderemos que si no los hemos empeñado según la Voluntad de Dios, y que los hemos utilizado en provecho propio, mal asunto. Se nos habían dejado en administración para ponerlos al servicio de los más necesitados.
Eso fue lo que hizo Jesús a su paso por este mundo. Se puso al lado de los excluidos, de los marginados, de los despreciados, de los enfermos y, desde ahí, transmitió al mundo un mensaje de solidaridad, de fraternidad y de verdad, justicia e igualdad y, sobre todo, amor. Un mensaje donde la dignidad de la persona es lo primero por ser, precisamente, hija de Dios. Y todo lo demás en función de ella.
No prima la economía ni el dinero antes que la persona. Por el hecho de ser persona todo tiene que estar supeditado a su bien, es decir, la salud, la educación, la vivienda, el trabajo...etc. Para, como le corresponde, tener una vida digna y justa. Pidamos que seamos capaces, con nuestros talentos y cualidades, ir construyendo un nuevo orden en nuestros pueblos para que lo primero sea la persona humana según la Voluntad de Dios. Amén.
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