Señor, has puesto en nuestro corazón el deseo de ser felices, la esperanza de disfrutar cada día un amor más grande, el sueño de vivir en un mundo nuevo, en el que reine la paz. Sólo Tú, Señor, puedes darnos esa felicidad, ese amor y esa paz.
Somos la obra de tus manos, Señor. Nos hiciste para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti.
Para encontrarte, hay que dejar comodidades, rutinas y egoísmos y ponernos en camino, como los magos de Oriente; hay que estar atentos para descubrir las estrellas que brillan en nuestro corazón y nuestro mundo; hay que tener unos ojos limpios, para reconocerte en un bebé, en cada persona, en cada acontecimiento, en el pan que comulgamos.
Danos un corazón agradecido y generoso que sepa adorarte, que sepa reconocer tu grandeza en el niño más pequeño y pobre y ofrecerte con amor lo que sabemos, lo que tenemos, lo que somos. Amén.
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