En ti, Señor, me cobijo, no quede nunca defraudado.
Líbrame, conforme a tu justicia, atiéndeme, date prisa.
Sé tú la roca de mi refugio, fortaleza donde me salve porque tú eres mi roca y mi fortaleza por tu nombre me guías y me diriges.
Enséñame a caminar por tus sendas, en tus manos pongo mi vida y me libras, Señor, Dios fiel.
Tú me libras en las tormentas, me defiendes en la lucha, me orientas en las sombras, me conduces en la vida.
Cuando estoy en apuros y la pena debilita mis ojos, en ti confío, Señor: me digo: «tú eres mi Dios».
(Salmo 31)
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.
¡FELICES REYES!
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