Señor Jesús, el evangelio invita a contemplarte entrando a la sinagoga con tus discípulos, encontrando a la gente en las casas o caminos, rezando con la comunidad o personalmente, relacionándote con todos, buenos y malos, sanos y enfermos, sin excluir a nadie y sin miedo a aproximarte a marginados y pecadores.
Me admira, Jesús, tu capacidad de renovar y transformar a las personas, de no dar a nadie por perdido, de provocar que quienes se encuentran contigo y ven tu modo de ser y actuar se hagan preguntas. Y yo, con quienes compartimos la fe, quiero ser tu discípulo y testigo.
Haz que aprenda de ti cada día, que desee adquirir tus actitudes, que nunca me dé miedo acercarme a los demás, a los que me puedan cuestionar, a los que sufren o a los que viven de modo muy diferente a lo que tú propones. Haz que viva no como maestro, sino como testigo, compartiendo la alegría de haber sido cautivado por tu persona y de experimentar en mí la fuerza renovadora y curadora de tu amor. Amén.
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