Jesús me invita hoy a ser luz, luz que ilumine la oscuridad de mis hermanos, luz que ilumine para ellos caminos sin descubrir, horizontes nuevos. Me invita a ser sal, sal que dé sabor a sus vidas, sal que cure sus heridas. Hoy me siento interpelado por ti: «¿Estás siendo luz, estás siendo sal en medio de los tuyos?».
Señor, quiero ser luz, quiero ser sal y así comprometerme en la vida, siendo sal y luz de tu presencia en el mundo.
Gracias, Señor, por ser luz y sal en mi vida. Que no deje yo de vivir abierto a tu luz para así alumbrar generosa y gratuitamente la oscuridad de un mundo muchas veces sumido en las tinieblas. Que no deje de ser sal, pues la sal significa vivir para los otros, no para mí mismo, siendo condimento disuelto en la vida de los demás, sazonando así el mundo entero. Amén.
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