Nadie puede negar la existencia del mal. Es una realidad que todos, más o menos, hemos vivido, bien directamente o indirectamente, en nuestras propias carnes. Por tanto, la existencia del mal es una realidad que vivimos cada día en este mundo.
Una realidad que su sola presencia demanda y exige la presencia del amor. Un amor que se opondrá a las exigencias del mal y entablará una lucha y resistencia para que el mal no gane la guerra. Es ese el fuego del que habla Jesús. Un fuego de amor que, a pesar de enfrentarnos con el mal, nos ayudará a vencerlo.
Por eso, sabedores de que el amor nos exigirá lucha y resistencia al mal, te pedimos, Señor, que nos fortalezcas y nos llenes de ese amor vivo y fuerte que resista los invite del mal y del pecado. Danos la Gracia, Señor, de perseverar y no desfallecer para sostenernos firmes, pacientes y humildes. Te lo pedimos, Señor.