Creo, Señor, lo que me dices. Posiblemente no lo entienda, tal y como le ocurrió a los apóstoles, sobre todo a Felipe, pero, quiero fiarme de tu Palabra y de lo que me revelas hoy en el Evangelio. Por eso, te pido que aumentes mi fe, la fortalezcas y la sostengas.
El mundo y mi naturaleza pecadora me tientan. Soy débil y fácil de reducir, y el demonio se aprovecha de ellas para seducirme y acabar con mi débil resistencia. En su poder tiene muchas cosas con las que seducirme y ante él estoy perdido. Te necesito desesperadamente para que me ilumines, me fortalezcas y me asistas en el Espíritu Santo dándome la paciencia y perseverancia de permanecer fiel y junto a Ti.
Aparta de mí la tentación de mi razón, porque con ella no lograré verte y ábreme los ojos de mi corazón para acogerte y recibirte como el Hijo del Padre, y el Padre del Hijo. Señor, me entrego enteramente en tus Manos. No puedo entenderte, pero sé y confío que Tú eres el Hijo de Dios, enviado a salvar al hombre de la esclavitud del pecado. Tu Palabra es Palabra de Vida Eterna. ¿A dónde recurrir?
El mundo es caduco y todo lo que le pertenece tiene sus días contados. Sólo Tú, Señor, tienes Vida Eterna. Tus obras así lo revelan, porque tienes poder sobre la vida y la muerte. Mi corazón está lleno de anhelos y esperanzas, pero no tienen eco ni respuesta en todo lo que me ofrece este mundo. Sólo Tú, Señor, respondes a lo que siente mi corazón.
Eres Dios mío la respuesta a todo lo que está escrito en lo más profundo de mi ser. Gracias, Señor, por todo lo que me revelas hoy en el Evangelio. Aumente mi fe para que sea capaz de responder como Tú esperas de mí. Amén.