No quiero convencer a nadie. Entre otras cosas porque es cada cual quien realmente tiene que convencerse. Es verdad que el testimonio puede ayudar a dar el paso, pero el verdadero paso de conversión lo tiene que dar cada uno personalmente y desde su propia vivencia y conversión. Y digo esto porque pienso que la Palabra de Jesús es la verdadera. Él es el verdadero Camino, Verdad y Vida y el enviado por el Padre para alumbrarnos la verdadera senda que nos lleva a la plena felicidad eterna.
Y digo esto desde el convencimiento más profundo de mi propia experiencia. El amor, la esencia del Mensaje de Jesús, es la verdadera y única arma que da respuesta a todos los problemas que el hombre de ayer, de hoy y de mañana se puede plantear. Pero, no cualquiera clase de amor, sino ese Amor testimoniado por Jesús pleno de Misericordia y justicia. Un Amor que Jesús nos transmite con su Vida y su Palabra y no revela como venido del Padre.
No se ve esa clase de Amor tan personal, tan lleno de autoridad plena de amor y de misericordia en ninguna otra parte ni en ningún otro lugar. Y no sólo eso, sino en ninguna otra persona que lo haya transmitido y vivido con una autoridad inigualable y plena de justicia, verdad y amor misericordioso. Y no sólo eso, sino que busca, dándose y entregando su propia Vida, la máxima expresión de amor que se puede dar. Humillándose y despojándose también de su propia condición Divina, para hacerse esclavo y, como hombre, entregarse a una muerte de Cruz.
Y todo por verdadero amor. Por eso, esperanzado en la Resurrección, tal y como Él ha Resucitado, fundamento de mi fe, creo firmemente en su presencia y en el Espíritu Santo que me acompaña, me auxilia, me va descubriendo y enseñando todo lo que me falta y necesito hasta llegar a la presencia del Padre donde viviré plenamente feliz compartiendo, por su Amor, su Gloria. Amén.