* IV Estación: Jesús encuentra a su madre*
Señora y Madre buena, ¿Qué sentías en ti cuando le mirabas a él? Te encontraste a tu Hijo, al doblar una esquina, y fue para ti como un terrible golpe que te dejó "sin aliento". Pero seguías creyendo y afirmando: "Todo lo puedo en aquel que me conforta".
Dos miradas, dos actitudes, dos vivencias profundas. Y tú, Madre, el ofrecimiento de tu vida. No te echaste atrás, no te escondiste como Eva en el paraíso, miraste de frente con humildad, mantuviste tu "sí" hasta el final.
Con tu gesto, tan materno como cierto, hiciste e inauguraste en nuestra historia el camino de los que sufren con dignidad, de los que en medio del dolor siguen adelante caminando.
De aquellos, Madre, que como tú, alientan a los que llevan la cruz como brisa y aliento de primavera. Amén.