Orar tiene un sentido y nace de una necesidad. No tiene que venir del sufrimiento, pues, también se reza desde la necesidad del agradecimiento. Sin embargo, lo más común es la suplica por el dolor y sufrimiento. Es indudable que nadie quiere sufrir, pero, no es menos cierto que nadie podrá evitarlo en y durante el camino de su vida. Quien diga que nunca ha sufrido que levante la mano.
Todos reconocemos haber sufrido en esta vida y, es más, estar sujetos a sufrir más. Sin embargo, lo cierto es que unos, nos lo dice la experiencia, sufren más que otros. Llegamos a decir que algunas personas han nacido para sufrir. Y eso no nos parece justo. Llegamos a pensar que esas personas tienen que tener alguna compensación que les haga justicia.
Por todo ello, entendemos que Jesús, el Mesías enviado, tenga preferencia por aquellos que la vida, por una u otra causa, está llena de sufrimientos y carencias. Son los que suplican alivio y reclaman justicia por todos aquellos que sufren, que son maltratados, explotados y sometidos a la pobreza y el sufrimiento para la riqueza, disfrute y satisfacciones de otros.
Danos, Señor, un corazón compasivo, fraterno y generoso con aquellos que sufren y lo pasan mal. Danos la conciencia de tenerlos siempre en cuenta y presentes en nuestra vida. Amén.