Líbranos del mal porque somos carne de presa para el diablo. Se aprovecha de la confusión y de las tinieblas en las que nos envuelve este mundo para confundirnos y para que exijamos y pidamos pruebas, demostraciones y señales de conversión. No nos fiamos de Jesús y le pedimos signos y señales.
Realmente somos una generación malvada que no atendemos a la Palabra de Jesús y que vendemos nuestra fe por señales o signos que nos convenzan. ¿Acaso necesitamos fe si todo nos lo ponen claro? La fe es una apuesta de confianza y conlleva riesgo. Es una aventura que supone un camino y un proceso. Es nuestro mérito, ponernos en Manos del Señor. Es un regalo que el Señor nos da en la medida que nosotros, al ser libres, nos lo ganamos confiando en Él.
Aumenta nuestra fe, Señor, para que, como aquellos habitantes de Ninive creyeron en Jonás, nosotros ahora creamos en tu Palabra por el testimonio de los apóstoles y, sobre todo, por la buena Noticia que Jesús, tu Hijo predilecto, nos ha revelado en su Mensaje y con su Muerte y Resurrección. Danos la sabiduría de poner toda nuestra confianza en la Palabra del Evangelio y el testimonio de la Madre Iglesia, que nos invitan a creer en el Señor y a seguirle con fidelidad y perseverancia.
Sabemos que el mundo nos lo pone difícil y las seducciones con las que nos tientan nos amenazan y debilitan nuestra fe. El camino se hace duro y el desierto de nuestra vida nos apaga la esperanza de encontrar luz que nos alumbre el camino. Nos perdemos si nos alejamos de Ti, Señor, por eso te pedimos que nos fortalezca nuestra fe y nos sostenga perseverante, a pesar de los peligros, en tu presencia y fidelidad.
Queremos seguir adelante, a pesar de experimentarnos heridos, fracasados, pecadores e indignos de ser tus hijos, pero queremos Señor cargar con nuestra cruces para que, siguiendo a tu Hijo podamos compartir con Él nuestra humilde cruz, que en Él nos libera y nos salva. Danos esa fortaleza en la fe para que, por encima de toda amenaza, seamos capaces de seguir adelante. Amén.