En un mundo donde la cultura del yo tiene toda la importancia y donde tú eres lo importante, tu cuerpo y tus apetitos sensitivos. El hombre busca satisfacciones, vivir cómodamente y bien, por lo que todo lo que sea renunciar a esas apetencias son cruces que no asume ni quiere. Aceptar el anuncio de la Buena Noticia, donde hay que sobreponer el servicio y la entrega al servicio de los demás, sobre todo los más pobres y débiles es algo contracorriente y que nos invita a descentralizarnos y negarnos olvidándonos de nosotros mismos.
Y nuestra naturaleza, herida por el pecado, no puede desapegarse de sus propias apetencias. Salir de sí misma es superior a sus propias fuerzas. Necesitamos estar unidos a Cristo para poder, en y por Él, vencernos y renunciar a nuestro propio yo. Ese es nuestro problema, querer hacerlo desde nuestras fuerzas y nuestros criterios. ¿Es qué no nos damos cuenta de nuestra debilidad? ¿Es qué no nos descubrimos pecadores y vencidos por nuestras inclinaciones y apetitos?
Necesitamos abrazar nuestras cruces unidos al Señor y sin Él estamos vencidos. Necesitamos mucha oración para permanecer injertados al Señor y abiertos a la acción del Espíritu Santo porque, sólo desde sus Manos podremos fortalecer nuestra voluntad para vencernos y superar el sacrificio y la lucha de cada día contra nuestra propia naturaleza caída. Pidámosle al Señor esa Gracia y Fortaleza para poder sostenernos y perseverar por el camino de nuestra vida cargando con nuestras cruces. Amén.