HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS
Un hombre bueno se nota enseguida. Su cara refleja sus intenciones y su verdad le descubre como un hombre con buenas intenciones. Una persona, hombre o mujer, inspiran confianza cuando sus actos van revestidos de buenas intenciones y reflejan verdad en todos sus movimientos e intenciones. Son personas buenas aquellas que sólo tienen una cara, una cara que presenta la justicia, el respeto, la verdad, el buen trato, la igualdad y se brinda para hacer siempre bien.
Cuando encontramos personas así decimos que son buenas personas. Y es que el pecado está en la intención. Hay, también, personas que respiran malas intenciones, y tratan de, revestidas de piel de cordero, esconder sus malas intenciones. Son personas que se esconden en la mentira, en la injusticia, en la venganza, en la ira, odio y ambición. Son personas que, aunque no maten físicamente, si matan moralmente y destrozan la vida de otras personas.
Personas que con su lengua y critican roban la fama y el honor de otras personas y destrozan familias y matrimonios. Y, aparentemente, tratan de revestirse del perfume de la bondad y la filantropía para parecer lo que realmente no son. Son a esas personas a las que el Señor dirige sus Palabras en el Evangelio de hoy: «Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
De eso se trata, de ser transparente y abiertos a la verdad con todos y dispuestos al perdón y a la fraternidad. Y eso es lo que hoy tratamos de pedirte, Señor. Siendo dócil a tu Palabra, pedirte, como Tú nos invitas a hacer, por todos aquellos y por nosotros mismos, para que sepamos despojarnos de todas las ataduras humanas que nos esclavizan y nos enfrentan y buscar la reconciliación.
Cierra mis oídos a toda murmuración; guarda mi lengua de toda maledicencia, para que todos los que se acerquen a mí descubran tu presencia, Señor. Amén.
Cierra mis oídos a toda murmuración; guarda mi lengua de toda maledicencia, para que todos los que se acerquen a mí descubran tu presencia, Señor. Amén.