Señor, dame unos pies ligeros y unas manos abiertas, para servir a quién lo necesite, como los de María. Que no deje para mañana el bien que pueda hacer hoy.
Gracias por las personas acogedoras, como Isabel. Gracias por las personas que me aman y se alegran al verme.
Gracias por los que saben abrazarme, escucharme y hacerme sentir muy especial. Gracias por las personas que confían en mí.
Señor, gracias por las personas con las que puedo compartir la fe, con las que puedo comprobar que mi fe no es una locura, con las que puedo apoyar mi fe pequeña y débil, con las que puedo disfrutar la alegría de sentirnos tocados por tu amor. Amén.