La comunidad es un espacio estupendo donde puedes encontrar la posibilidad de amar. Un amor que, en muchas ocasiones, te exige soportar, ser paciente, darte, servir, entregarte, ofrecer tus cualidades y talentos y muchas cosas más. Eso no es fácil sino todo lo contrario. Se hace duro y difícil y, muchas veces, casi insoportable. Pero, no cabe ninguna que es un camino donde tiene la posibilidad de convertirte en verdadero amor para los demás.
Pero, hay otros espacios - también comunidades en cierta medida - que te exigen eso, renunciar a ti mismo y darte al otro. La familia, por ejemplo, comunidad domestica y donde se cuece todo el amor que, más adelante, podrás derramar en los demás. Pero, también, tus propias circunstancias, donde la providencia te ha situado. El trabajo, el ambiente, tu entorno, la parroquia y los caminos por donde el Espíritu Santo te conduce y saca lo mejor de ti mismo.
Por tanto, dejemos actuar al Espíritu Santo y no interrumpamos su labor. Dejemos que los demás actúen, y si lo hacen en nombre del Señor, mejor que mejor. No somos nosotros los mejores y no forcemos a nadie. Es verdad que hay que animar, pero el mejor ánimo es vivir y dar con tu vida y obra tu testimonio. Los demás, voluntariamente, se contagiaran.
Pero, siempre recuerda que el que verdaderamente debe contagiar es el Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y a Él es al que debemos seguir y en su Nombre actuar. Dejemos que el Espíritu Santo guíe con su poder el camino de cada uno y le conduzca siempre a actuar en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Pero, siempre recuerda que el que verdaderamente debe contagiar es el Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y a Él es al que debemos seguir y en su Nombre actuar. Dejemos que el Espíritu Santo guíe con su poder el camino de cada uno y le conduzca siempre a actuar en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.