Son días de regocijo y de fiesta. La calle parece diferente, hay mucho bullicio y ruido. Luces y candilejas que nos roban el pensamiento y nos llevan a un espejismo de felicidad. Pero, ¿qué se celebra? La gente no lo sabe bien. Han oído que ha nacido un niño, pero no lo buscan ni desean verlo. Ellos ahora sólo piensan en comilonas, regalos, fiestas y alegría vacía y hueca, porque, mañana, volverán al mismo lugar y a la misma realidad.
Absorto en mis pensamientos pienso en aquel momento. Cuando realmente nació el Niño Dios pocos se enteraron. A penas unos pastores y poco más. No hubo ruido ni ninguna clase de fiesta. No se celebraba ninguna navidad, pues nadie había advertido el nacimiento de la verdadera esperanza y salvación. Tuvieron que pasar treinta años para que un tal Juan el Bautista proclamará que el Mesías estaba pronto a venir y que teníamos necesidad de prepararnos y arrepentirnos de nuestros pecados.
Y descubro que antes no había celebración de navidad. Muchas generaciones vivieron sin descubrir la alegría y la esperanza de conmemorar el nacimiento de la salvación en ese Niño Dios. Y quizás muchos, todavía hoy continúan sin enterarse que realmente se celebra. Pero, eso sí, se apuntan a la juerga, al consumo y a todo lo que sea alegría pasajera. ¿Y después?
Y no es que esté en contra de la fiesta y la alegría, sino que todo eso debe ser una consecuencia de la verdadera esencia de lo que celebramos hoy, el nacimiento del Hijo de Dios. Dios encarnado. que se hace Hombre y habita entre nosotros para anunciarnos que su amor y su propuesta de salvación. Esa es la verdadera alegría que nos debe de fortalecer e impulsarnos a vivir en paz, en justicia, verdad y amor.
Pidamos esa Gracia y que el nacimiento del Niño Dios nos llene de sabiduría que nos ilumine y podamos encontrarnos y descubrir el amor del verdadero Hijo de Dios. Amén.
FELIZ NAVIDAD
FELIZ NAVIDAD