Sé que es mi mayor tesoro, pues todo lo que puedo obtener y conseguir de este mundo son tesoros perecederos y que no satisfacen el ardiente deseo de mi corazón. Sólo tu Palabra, Señor, lo llena plenamente y le da ese deseo inmenso de Vida Eterna. Por eso, aunque mi capacidad de entendimiento no alcanza a entenderte, quiero, como tu Madre - Lc 2, 19-51 - guardarlo dentro de mi corazón y esperar, por Inmensa Bondad y Misericordia, entenderlo cuando Tú, mi Señor, dispongas.
Gracias, Señor, por darme la sabiduría de esperar con verdadera esperanza, valga la redundancia, las bondades de tu Inmenso Corazón. Porque, todo lo que Tú me das, Señor, es lo mejor que me pueda pasar y lo que más conviene a mi pobre e imperfecto corazón. Por eso, en este camino incierto e inseguro, te pido, Señor, que la cuerda a la que me asiste sea la que Tú me propones y la que viene de Ti.
Porque, el mundo me propone muchas soluciones que, al final, te dejan vacío y te engaña. Yo sólo quiero fiarme de Ti, Dios mío, y seguir tus mandatos y tu Palabra. Seguir tus enseñanzas y, a pesar de los riesgos que mi vida tenga que asumir y sufrir en este mundo, confiar en que, al final, tu Palabra me llevará a esa Vida Eterna, plena y gozosa en plenitud. Gracias, Señor.