Somos proclives a la alabanza y al lucimiento. Nos gusta destacar y ser reconocidos y nos cuesta mucho pasar desapercibidos ante los demás. Gustamos de que nos vean, nos admiren nos hagan lisonjas. Nuestra naturaleza está herida en ese sentido y necesitamos sobreponernos a esa apetencia que nos amenaza y nos inclina al lucimiento.
Nos cuesta callarnos y no hablar de nosotros mismos, y, sobre todo, manifestar todas las cosas buenas que hacemos con el fin de ser alabados y ensalzados. Y, solos, nos será difícil. Por eso, recurrimos a Ti, Padre del Cielo, para que nos afirmes en la voluntad de abstenernos de lucimiento y seguir tus consejos de que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Eso te pedimos, que nos llenes de humildad y de amor para darnos en silencio y fuera del alcance de la vista de los demás evitando los elogios y alabanzas.
Danos, Señor, el verdadero sentido de justicia y donde termina ésta, la suficiente caridad para amar, tal y como Tú nos ama. Porque, en justicia nosotros no merecemos nada, y Tú, Señor, nos has dado la vida y la oportunidad de alcanzar la Vida Eterna junto a Ti. Para eso, Señor, te pedimos que nos fortalezcas y nos des la sabiduría de esforzarnos en despojarnos de todo aquello que nos debilita y nos aleja de Ti. En ese sentido, la Cuaresma es una buena oportunidad para preprararnos y esforzarnos en ser más orantes, más caritativos y más dispuestos a abstenernos de todo aquello que nos instala en las comodidades y el olvido de los que lo pasan mal.
Convencidos, Señor, de que eso sólo lo conseguiremos estando junto a Ti y en contacto diario contigo a través de la oracíón, ayúdanos a perseverar y a caminar a impulsos del Espíritu Santo. Amén.