Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44
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y la cosecha es muy pobre. Por eso, me cuestiono y pienso que no hago bien mi trabajo o mi vida deja mucho que desear. Indudablemente, fallan muchas cosas y siento deseos de abandonar y agregarme al mundo fácil y sin complicaciones. Me siento tentado a dejarme llevar por la corriente.
Por otro lado, mis compañeros están afanados en el empeño de buscar nuevos métodos y técnicas que les permitan llegar a los lugares más apartados, pero a pesar de eso los resultados siguen siendo escasos y minoritarios. En muchos momentos nos sentimos culpables y nos acecha el derrotismo y el cansancio. Incluso algunos hacen encuesta para ver si su labor es premiada.
Quiero, Señor, dejar todo eso a un lado. No quiero examinar nada, y sé que todo lo que se hace es bueno y tiene buena intención. Todos queremos expandir tu Mensaje, porque tu Palabra es Palabra de Vida Eterna. Y queremos que todos se aprovechen de ella. Sin embargo no ocurre así.
A tu Hijo, Jesús, enviado por Ti para esa labor, le rechazaron y sus Palabras no fueron aceptadas por la mayoría. Hoy nos dice que llegó a llorar por Jerusalén, por su Iglesia. Yo experimento que a nosotros no ocurre un tanto lo mismo. Y en Ti, Dios y Padre nuestro, quiero encontrar consuelo y fuerzas para continuar adelante.
No importa resultados; no importa fracasos; no importa honores y lugares de privilegios; no importa reconocimientos ni números. Sólo, Padre, importas Tú, porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria. Amén.