Diríamos que el criterio del auténtico amor es hacer sin mirar a quien ni buscar recompensa. Porque en esa actitud se esconde la verdad del único y auténtico amor. No mires a quien atiendes ni tratas y ayudas, mira que es un hijo/a de Dios con la misma dignidad que tú y a quien debes amar como te ama el Señor. En eso estriba la Ley y los profetas, en amar como Dios nos ama.
Todo lo que persiga otros fines buscando el propio lucimiento, el destacar y trepar en títulos y cargos y el conseguir fama de santo y elogios y admiraciones es veneno peligros y camino de perdición. Porque el amor es gratuito y la gratuidad conlleva el silencio y el ocultarse a la vista de los demás. Eso no quiere significar que se tenga que hacer a escondida ni ocultarse a la vista de otros, sino que su intención no sea el conseguir que otros te vean y sientan admiración por ti. De ser así ya estás pagado con esa admiración y fama.
Tú esconde tu amor y, simplemente, dadlo gratuito y de forma desinteresada. No busques recompensa ni nada de lo que puedas aprovecharte. Busca sólo el amor de Dios y tal como lo recibes entrégalo a los demás. Esa es nuestra petición de hoy, Señor, llenarnos de tu fuerza y desprendimiento para poder amar como Tú nos amas. Danos, Señor, esa capacidad de renuncia, de sacrificio, de abnegación y de entrega para darnos, sin ningún miramiento ni dependencia al servicio de los demás.
Y enséñanos a orar, tanto comunitariamente como a solas contigo, en el silencio de nuestra soledad, y a encontrar el gozo y la paz de sabernos en tu presencia y mirados por Ti. Llénanos de tu humildad, Señor, y límpianos de toda vanidad y vanagloria, para que podamos ser verdaderos imitadores de tu Amor, sin ninguna impureza que nos haga volver la mirada hacia nosotros para mostrarnos mejores y buenos ante los demás. Haz, Señor que seamos capaces de hacer sin mirar a quien ni tampoco buscar ninguna recompensa.
Nos sabemos débiles y sometidos a muchos perjuicios, ambiciones y vanaglorias, pero también sabemos que, por tu Amor, Señor, y en Ti podemos limpiarnos de toda impureza y desterrar todas esas lepras que nos invade y amenazan con buscarnos a nosotros mismos. ¡Sálvanos Señor!