No me gusta llamar basura a las cosas de este mundo. Entre otras cosas porque han sido creadas por nuestro Padre Dios para nuestro provecho y para nuestro uso, pero, tengo que confesar, que muchas veces siento esa tentación porque pueden ser la causa por la que, despistados como las doncellas necias, seamos también nosotros necios, valga la redundancia, y perdamos el Único y Verdadero Tesoro por bienes y tesoros con minúscula que están llamados a desaparecer.
Por eso, en esta reflexión-oración de hoy, vamos a gastar nuestro humilde esfuerzo en pedirle al Señor que nos llene de luz, de sabiduría, de paciencia y voluntad para sostenernos firmes en su presencia, atentos y vigilantes para no ser sorprendidos por ninguna tentación, despiste u olvido, tal y como le ocurrió a aquellas doncellas necias.
Tenme siempre, Señor, pendiente de Ti. A pesar de que los otros se rían, se mofen y valoren poco mi humilde esfuerzo de ponerte en el altar de mi pobre vida. No permitas que me desgaste y, olvidado, no tenga mi lámpara plena de aceite, y también mi alcuza completamente llena.
Abre siempre mi boca para pedirte auxilio, sin miedo, sin respeto humano, sin vergüenza, sin dudarlo ni un sólo momento. Consciente a cada instante que Tú eres mi Padre y, como Padre, me has salvado por los méritos contraídos por tu Hijo Jesús, entregado a una Muerte de Cruz voluntariamente y Resucitado para tu Gloria.
Gracias, Señor, por pensar así, por traer a mi pobre mente estas palabras que Tú me envías, construyes y despierta dentro de mi pobre y pequeño corazón. Gracias, Señor, porque mis dedos se mueven para, en tu Amor y Misericordia, formarlas y compartirlas en y por tu Nombre. Gracias, Señor por el Infinito e Inmenso regalo de tu Salvación. Amén.