Sin darnos cuenta la buscamos, de forma consciente o, quizás inconsciente, y, a pesar de nuestra aparente indiferencia, siempre estamos buscándola. Hablo de la salvación. Es posible que lo inmediato sea hablar y discernir sobre el tiempo del día a día. Conocemos por los signos de la naturaleza si van a llegar las lluvias y sabemos interpretar bien los avisos que la misma naturaleza nos da. Hoy sin tener que prestarles mucha atención, pues los avances tecnológico nos predice su movimiento y nos informan del tiempo, no solo presente sino de varios días venideros.
Pero, sin embargo, se nos escapa lo más importante, el tiempo de nuestra vida presente que determinará nuestra vida eterna. Porque, no se nos ocurre preguntarnos por nuestro origen y por nuestro destino. Ese espacio de tiempo en el que transcurre nuestra vida, desde nuestro nacimiento a nuestra muerte. Y, sobre todo, ¿qué hay después? Porque esa es la verdadera pregunta y en la que no jugamos todo. No solo nuestro futuro sino toda nuestra eternidad. ¿Estamos dormidos? Es posible, porque alguien se encarga de mantener esos sueños de felicidad aparente y finita por un plato de lentejas.
Ahora es tiempo de salvación. Se nos anuncia este tiempo de nuestra vida, pero también nosotros tenemos que buscarlo y molestarnos en conocerlo, en escucharlo y en vivirlo. Ahora es una buena ocasión para pedir esa Gracia a nuestro Padre Dios para que nos llene de esa sabiduría necesaria para saber interpretar y juzgar este tiempo presente de nuestra vida. Discernir sobre lo que verdaderamente está bien o mal. Reflexionar sobre nuestros actos de cada día y mirarlo desde la escucha atenta y reflexionada de la Palabra de Dios.
Danos, Señor, esa sabiduría necesaria para actuar movidos y abiertos a la acción del Espíritu Santo, sabiendo y esperanzados en que ese es el verdadero camino que nos conduce a esa felicidad Eterna que todos buscamos. Porque, ahora, en esta vida que vivimos es vida y tiempo de salvación. Amén.